top of page
76B2449B-C9D4-47D3-8E00-477A3800F2E7.JPG

C A R T A

S U E L T A   la   H O J A

7 de septiembre de 2022

Por Margo

Septiembre es un mes lleno de esperanzas, podríamos decir.

El ‘si no me acuerdo, no pasó’ tras un verano lleno de excesos, algún que otro chisme y - con total seguridad - varios dramitas vinculados a éste.


Es el mes-confesionario al que acudimos en busca de compasión y absolución de lo acontecido a lo largo de toda la gestación del 2022. Como si hasta el momento estuviésemos adaptándonos a los comandos del juego pero, ahora, a escasos cuatro meses de la finalización del año – ¿perdón? - toca la partida de verdad.


El noveno mes me trae energías nuevas y cierta melancolía. Como a cualquier mortal, supongo, me entristece todo tipo de despedidas y "cuando se acaba lo bueno" - aka las vacaciones de verano - me entra una morriña difícil de disimular.

Ha sido un verano de festejar por encima de nuestras capacidades, de momentos de terapia grupal y jornadas de reflexión, de leer mucho y de descansar aún más, de disfrutar de una selecta compañía y de idear mil planes con el aval de haber llevado a cabo algunos de ellos.

Un mes a base de brincos gracias a un rítmico "Despechá" y un riguroso “Quédate” resonando por todas las discotecas del país una media de cinco veces en un intervalo de tres horas. Corregidme si me equivoco.

Baby, no me llame',
Que yo estoy ocupá' olvidando tus male'…

Quédate,

Que las noches sin ti duelen,

Tengo en la mente las pose' y todo lo que hicimo',

Que ya no quiero nada que no sea contigo.

Así cómo no vamos a entrar a septiembre un poco mareados.


Con esta carta se cumplen 365 días desde que empecé con ‘La Loge Magazine’. Un proyecto personal que nació bajo el signo de Virgo – por eso nos llevamos tan bien - y tras recibir calabazas por segundo año consecutivo a una oportunidad que me tenía hasta los topes de empeño e ilusión. Sumida en un oasis de desesperación, me dije: “bueno, ya, hasta aquí”. Así, esa misma tarde fui ordenando los primeros cimientos de este pequeño espacio, una recóndita isla dentro del inmenso océano por el que navegamos los internautas y que juega un papel de ‘palco, camerino y vestidor’.


Este tipo de redacciones – las Cartas - no dejan de ser las más íntimas e incrustadas a ‘Margo’. A veces me dejo arrancar las costras para que podáis ver de cerca la herida, pero eso cuesta y da cierta vergüenza. Sin embargo lo sigo haciendo como método de apoyo a mi sanación personal: escribir, borrar, escribir, borrar, escribir, borrar y publicar. Ritual de curación.

Me gusta septiembre porque trae consigo ganas de mudar la piel, de pulsar el botón de ‘RESETEO’ – algo desordenado, pero implícito ya en su propio nombre - ímpetu y ganas de cumplir con viejos y nuevos propósitos. Por ello, siempre digo que es como la previa al Año Nuevo, la prueba definitiva para ver qué tal nos sale y si nos lo tomamos en serio o no.

Aun con todo esto, me agobia hacer scroll por Instagram y que sólo me aparezcan blogueras ansiosas por ponerse un cárdigan de lana. Aunque ya nos apetezca sentir algo de biruji – adoro esta palabra - y ver las hojas secas abrigando las aceras, necesito una transición. Influencers del mundo, conténganse un par de semanitas más.


Hablando de 'influenciadores', a veces me digo que debería ser más como los árboles en otoño, aunque aún tenga dudas de dónde echar raíces. Cuando llega el momento no vacilan ni un poco en despojarse de todo aquello que les sobra, tal y como escribí en una carta anterior.


En la Universidad me insistieron en lo provechoso de volver a visionar una película por segunda o tercera vez, ya que siempre descubrirás matices nuevos que nuestros ojos ávidos por captar la máxima información posible, no consiguieron percibir de un solo vistazo. Lo mismo ocurre con releer el mismo libro que te enganchó una tarde y no te dejó levantarte del sillón hasta pasada la medianoche. Sin embargo, hay historias que por más que las leas, les busques conjeturas y/o motivos que justifiquen tus teorías… no dan para más. La moraleja te la sabes. Deja ir y suelta la hoja. 


Aprende a dejar ir como un árbol que ya no puede agacharse a recoger lo que ha perdido. Lo hecho, hecho está. Convéncete de que de donde soltaste, volverá a brotar un fruto. Poco a poco te irás expandiendo por encima de la tierra así como por debajo, alimentándote del lugar que habrás elegido para nutrirte y desde donde poder absorber todo lo bueno que necesitas para seguir creciendo.


Evoluciona y enderézate, busca la luz del Sol y a tus persona-vitamina - guiño a Marian Rojas-Estapé -, poda tus ramas de vez en cuando y no te olvides de lo que te da fuerzas para seguir ascendiendo. Hazte con una misión, visión y valores y todo lo que obstaculice tu crecimiento personal, desengánchalo para que no siga chupando directamente de tu energía. Sólo así te convertirás en una fuente de vida y atraerás a quienes disfruten de tu compañía y amparo. 

Como os confesé al principio, las despedidas son mi asignatura pendiente. Echar de menos lo llevo fatal, incluso antes de empezar a hacerlo.


Inicio el mes volviendo al trabajo y con nuevos cambios, no tanto directos sino más bien indirectos. Muchas de mis amistades me sorprenden con la toma de nuevos rumbos que, indirectamente, afectan a su presencia en mi vida. Me apena no poder contar con ell@s para hacer tantos planes como hasta ahora, pero he aceptado que si hay algo constante… es el cambio. Ya está. La gente está continuamente transitando y evolucionando, tal y como tratas de hacerlo tú día tras día.

Convéncete de que “No hay mal que cien años dure...
Y a esto le llaman vivir”.

©2021 por Loge Magazine.

bottom of page